Este año por Navidad decidimos regalarnos experiencias gastronómicas en vez de objetos y esta ha sido una gran decisión. Alargamos la emoción de esperar cual será la siguiente sorpresa, y dedicamos tiempo a elegir un lugar especial para poder descubrir juntos sitios que queremos conocer y así poder degustar las novedades gastronómicas que ofrecen en sus cartas.
Mi primera especialidad profesional fue la de periodismo gastronómico y aún recuerdo la primera vez que probé algunos platos, esa maravillosa sensación que produce descubrir un nuevo sabor, esa eclosión sensitiva en el paladar que hace que el momento perdure en tu cerebro durante años y cada vez que vuelves a probar algo parecido rememores esa primera experiencia irrepetible y maravillosa. Un solo minuto en el que se agudizan tus sentidos. La vista, que es lo primero que funciona y que hace el plato apetecible. El olor, cuando te acercas a él y el aroma del guiso invade hasta la última de tus neuronas produciendo un estado de embriaguez que no te deja pensar en nada más que en llevarte la primera cucharada a la boca. El oído, pues no hay nada más molesto para este momento que tener mucho ruido de fondo o música a todo volumen en la sala, nada que perturbe la conexión de todos los sentidos. El tacto… del mantel, del pan, de la cuchara, incluso de la servilleta. Y por supuesto el sentido del gusto, descubrir los ingredientes, sus texturas, la temperatura, los sabores y ese placer intenso que te produce en tan solo un minuto, corto en el tiempo, pero duradero en la memoria. Si todo funciona de la forma adecuada lo vives como algo mecánico y casi ni te das cuenta. Si tus cinco sentidos están enfocados en una sola experiencia y esta supera tus expectativas, entonces estás ante uno de los mayores placeres que se pueden disfrutar en la vida, la buena mesa y más si es en compañía.
Aunque los mejillones al vapor en salsa de curry verde, leche de coco, cilantro fresco y lima, el arroz meloso de pollo de corral y verduritas de temporada y la lubina al pibil cocinada al carbón, con cebolla encurtida y chile habanero, que hoy he degustado de su carta, estaban deliciosos, no es este el motivo que me ha llevado a escribir hoy aquí. Espero poder recuperar en mi blog personal (o incluso en un nuevo número de la revista digital) esta faceta, y hablar de gastronomía, pero por ahora me ocupo solo de otra de las cosas que más me gustan y que se ha convertido no solo en mi vocación sino en mi trabajo, la decoración.
Esta es una revista especializada en decoración y este es el objeto de mi artículo: Mostrar uno de los restaurante cuya decoración más me ha impresionado de los que he visitado últimamente. Me sentí tan abrumada por el espacio de 900m2, lleno de detalles y diferentes zonas decorativas, que francamente no sabía donde prestar más atención o fijar la mirada.
Fue nada más llegar. Nos ubicaron en una mesa y pregunté por el servicio: «Al fondo a la derecha«, fue la respuesta. Una se siente un poco tonta cuando oye la respuesta porque siempre están al fondo a la derecha, pero es tan grande el restaurante que sinceramente no lo hubiese encontrado sin ayuda. «Subes las escaleras y lo encuentras«, me indicó amablemente la recepcionista.
Nos habían ubicado en una mesa junto a los ventanales, en la zona destinada a la terraza (con puertas correderas que se abren a la calle con el buen tiempo), y cuando fuí consciente de lo que tenía ante mis ojos volví a la mesa corriendo a por el móvil. Y sí, esta vez no son fotos tomadas con mi cámara Canon, mi compañera de viaje, sino con el móvil. No son de la mejor calidad, pero hablan por sí solas…
Y por supuesto estaba deseando llegar a casa para descargarlas en el ordenador y escribir un artículo para compartirlo todo con vosotros. Esos dibujos geométricos en blanco y negro en el suelo de mármol, las diferentes tapicerías de las sillas, sofás y butacas, el mobiliario, la vajilla, los mostradores, las barras… Después he sabido que muchos de ellos han sido encontrados en ferias de París y Milán y también en anticuarios locales y europeos.
Una decoración con toques industriales con mucha altura en el techo, donde han dejado vistos los conductos de decoración en blanco. Una perfecta iluminación realizada por María Covarrubias. Amplios ventanales. Suelos de madera de tabla ancha y otros de mármol. Paredes y columnas con efecto óxido, plantas con grandes hojas verdes, una cuidada decoración, y maravillosos muebles y objetos decorativos de distintos estilos, han conseguido darle un carácter y personalidad propios.
Un impresionante trabajo del estudio de arquitectura e interiorismo de Madrid Proyecto Singular. Chiqui Calleja, Fernando Nicolás y Carlos Saiz son los socios fundadores del proyecto que han denominado «Perrachica» en recuerdo de una antigua moneda de 10 céntimos muy conocida por el dicho popular español «Para ti la perrachica«, y que tiene todo el sentido del mundo si sabemos que en este local hubo antes una sucursal de una entidad bancaria.
Atentos a los detalles… ¡la barra y su iluminación son preciosas! Y en el centro de la sala se ve un altillo hecho con mallazo, una especie de reservado con mesas a otro nivel desde el que se podrá disfrutar de una bonita perspectiva y visión general de toda la planta. Me pido ese sitio para la próxima vez.
Y después de atravesar todo lo que veis y subir las escaleras llegué a los servicios y casi no salgo de allí. Entenderéis porqué…
Un baño con azulejos cuadrados de tamaño medio bastante oscuros, con efectos metálicos en cobrizo, dos espejos para quedarse mirando cada talla metálica que los adornan, simétricos, con los defectos propios de los trabajos artesanales que para mí son más bien virtudes y garantías de que se han hecho a mano, uno a uno, y no en serie.
Por no hablar de los preciosos globos blancos que han utilizado para la iluminación y que dejan percibir una amplia gama cromática de destellos que van del verde al negro pasando por los cobrizos, rojizos, granates y marrones. Y para completar la composición, dos lavabos de cobre envejecidos y decolorados, con grifos de estética antigua, con el detalle de la temperatura del agua (fría o caliente) en tipografía negra sobre porcelana blanca con la siguiente transcripción que figura en la imagen: «Cold, Buckingham England». Y luciendo sobre la pared de azulejo sus correspondientes tuberías de cobre a la vista. Sencillo y elegante. ¡Precioso!
Y así volvía yo a la mesa hipnotizada por lo que había visto en el baño, cuando levanto la mirada nada más bajar la escalera y me encuentro a mi izquierda una enorme pared de gran altura llena de marcos. Y claro allí estaba yo móvil en mano inmortalizando los detalles y el momento. Que menos mal que no llevaba la cámara encima, como hago habitualmente, que si no mi acompañante no habría comido en toda la tarde…
Y cuando por fin llego a mi mesa y me siento, miro hacia arriba y me encuentro esta maravilla: Un techo decorado con papel pintado de Bashyra con motivos geométricos en tonos verdes y blancos, que acompañan a las originales lámparas de fibras naturales.
Y ya para finalizar llegamos a los postres y me levanté para ver la pinta de las tartas que había descubierto expuestas en un mostrador durante mi paseo por la sala.
Justo detrás de este mostrador hay otro ambiente. Un salón con un amplio ventanal desde el que se ve la zona donde estaba yo sentada, que está adornado con molduras blancas en forma de arco, como las de las puertas de entrada. Este ventanal separa los dos ambientes. Tiene una mesa alargada con butacas tapizadas de diversos estampados y un banco con patas y brazos de madera con tela gris, acompañado de varios cojines del mismo tamaño con decoración vegetal en tonos verdes, y unas enormes botellas de cristal a su lado decorando el espacio.
Y salí de allí tan contenta despues de haber comido bien y pasado un buen rato, pero sobre todo por descubrir un lugar diferente, lleno de cosas maravillosas y muy bien decorado, cuya primera impresión recordaré siempre, (como la primera vez que pruebas un nuevo sabor), porque me ha sorprendido muy gratamente.
Ahora a esperar la próxima experiencia gastronómica compartida porque, como no me canso de repetir una y otra vez, las cosas compartidas se disfrutan más. Hoy he sido muy feliz haciéndolo de este modo improvisado, sin ir predispuesta con mi cámara, tomando fotos con el móvil, pero intentando transmitir toda la belleza y elegancia del lugar, para mostrarla y compartirla, que es lo que realmente importante.
Si tenéis ocasión no dejéis de conocerlo… y además su carta tiene una buena relación calidad-precio (unos 30€ por persona). ¡Lo tiene todo! Espero que compartáis conmigo vuestras impresiones después de la visita. Mientras tanto aquí tenéis un buen resumen en imágenes aderezado de una singular historia.
El Restaurante Perrachica se encuentra ubicado en Chamberí:
C/Eloy Gonzalo Nº 10 en Madrid (Teléfono: 91 737 77 75)
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Texto y Fotografía Original Crazy Mary