No recuerdo bien el nombre de este caballo. Pero no olvidaré nunca su mirada…
Justo ahora hace 5 años que tuve la suerte de conocer a una familia que me abrió las puertas de su hogar, para mostrarme como era su vida dedicada en cuerpo y alma a los caballos de competición. Maite Prieto y Andrés Carabajal son adiestradores y cuidadores de caballos de carreras. Su historia me pareció tan bonita que he decidido contarla. Ella es de Madrid, y es Doctora en Ingeniería Agrónoma, y él argentino, vinculado al mundo de los caballos y de las carreras desde hace años. Un buen día decidieron dejar la ciudad y trasladarse a vivir cerca del hipódromo de Dax, una comuna francesa del departamento de Landas, en la región de Nueva Aquitania.
Recuerdo que tenían en propiedad el caballo que figura en la portada de esta historia. Un maravilloso ejemplar que competía y que montaba excepcionalmente Maite, porque en este tipo de carreras los caballos son montados por jockeys, jinetes profesionales especializados en carreras de velocidad.
Tener un caballo de estas características es bastante caro. Si además tenemos en cuenta lo que supone disponer de una cuadra, alimentarlo, entrenarlo y tener un jinete para montarlo, estamos hablando de una inversión importante. Para poder vivir de ello se dedicaban en exclusiva a cuidar de otro caballo de carreras que ya estaba consiguiendo alzarse con el triunfo en las últimas competiciones.
Sin duda descubrí que ambos tenían una pasión desbordante por lo que hacían, porque después de acompañarles durante una jornada debo reconocer que es un sacrificio que no todos estaríamos dispuestos a hacer. Todo esto me recuerda a mi abuela. En su casa del pueblo siempre habían tenido animales. Ella me decía que no hay días de fiesta para la gente del campo y de la ganadería, que los animales comen y tienen que hacer ejercicio todos los días y además hay que limpiarlos.
¡Y eso si que es un trabajo! Retirar la paja, limpiar la cuadra, asear al animal….
Su jornada laboral empieza temprano. Recorren los kilómetros que separan el pueblo del hipódromo en coche acompañados de su fiel sabueso. Y trabajan 7 días a la semana. Aquí no hay descanso, excepto para él…
Y mientras su perro disfruta de este idílico espacio, rodeado de césped y árboles, sus dueños dedican toda la mañana a su trabajo como cuidadores y entrenadores de estos magníficos ejemplares. En estos momentos me gustaría saber algo sobre caballos para poder comentar de qué raza son, cuantos años tienen, y qué historia hay detrás de cada uno de ellos. De haber escrito este artículo nada más volver recordaría todos y cada uno de los detalles, pero después de tanto tiempo he olvidado gran parte de ellos.
Me da pena no recordar ni siquiera sus nombres…
Pero lo que nunca he olvidado es esa preciosa jornada y el mar de sensaciones que aquella experiencia me hizo tener. Recuerdo pensar en que mientras yo pasaba cada uno de mis días de trabajo sentada frente al ordenador, ellos estaban ahí, al aire libre, relajando la vista y disfrutando de la compañía de sus animales.
No es que sea un trabajo fácil e idílico el que hay detrás del glamour de las carreras de caballos y de los grandes premios, porque lo que más tiempo requiere es ocuparse de las cuadras. Pero esta labor da sus frutos, y la satisfacción de ver a uno de sus caballos alzarse con el triunfo, después de tanta dedicación, debe ser indescriptible. Me hubiese gustado tener la posibilidad de ver uno de esos grandes días, cuando los caballos y los jockeys se engalanan para el espectáculo y la competición, y salen a la pista con el único objetivo de ser los más rápidos y conseguir el trofeo. Debe ser muy emocionante y gratificante para ellos.
Sin duda lo que más me sorprendió es que después de limpiar las cuadras pasean a sus caballos durante bastante tiempo para que puedan hacer ejercicio. No los montan, caminan a su lado con paso firme y concentración para ejercitarlos.
Imagínate pasar cada día en un lugar así…
Una vez terminada la mañana nos fuimos al centro de la población a comer y tomar un helado. Pensé que su trabajo había concluido ese día, pero no era así. Cada tarde regresan de nuevo al lugar para volver a limpiar, pasear y dar de comer a los caballos. Entonces sí que pensé que es un trabajo duro y sacrificado porque aquí no hay vacaciones, ni puedes estar enfermo, ni dejar la tarea para el día siguiente. Estos animales dependen de ti. Aquí valoré realmente el esfuerzo y la dedicación que tienen ellos a su profesión. Debe gustarte mucho este mundo porque creo que no es fácil tener que repetir la misma tarea una y otra vez. Da igual lo que te esmeres, al día siguiente tienes que hacerlo de nuevo con las mismas ganas y la misma energía, porque no olvidemos que es un trabajo con animales, y ya sabemos que ellos perciben estas cosas incluso más que los humanos. Poseen esa sensibilidad animal, que a veces nosotros olvidamos que también tenemos, para detectar estados de ánimo y anticiparse a los acontecimientos.
Supongo que la vida les habrá llevado a otros lugares a lomos de sus caballos. Lo último que he sabido de ellos es que han sido padres y que siguen dedicados en cuerpo y alma al mundo de los caballos de carreras. Pero ahora ya tienen 3 caballos en propiedad.
Agradezco mucho que me abrieran las puertas de su casa y poder compartir una jornada de trabajo con ellos, en un lugar tan idílico como el hipódromo de Dax. Y sobre todo que me dejasen hacer fotos para poder tener este incomparable recuerdo de uno, entre tantos otros días de la vida, que no pasará desapercibido para mí, y que no será relegado al olvido como muchos otros…
Conocerles me hizo reflexionar sobre otras formas de vida tan distintas de las que conozco y veo a mi alrededor, y de los caminos que cada persona elige para encontrar su sitio y, a juzgar por su sonrisa, posiblemente hasta la felicidad.
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P.D. Si alguien está interesado en contactar con ellos pueden hacerlo más abajo dejando un comentario o en el apartado contacto.