Un Jardín Alemán

Si hay algo que valoramos en estos momentos, en los que el confinamiento en nuestros hogares supera el mes de duración, es poder tener una casa con jardín. Por eso he decidido rescatar estas fotos personales que he guardado durante años solo para mi deleite. Son del verano de 2014, año en el que tuve el placer de pasar varios días en una casa familiar, de una localidad de Alemania cuyo nombre he olvidado…

Nos cuestionamos por qué siendo la misma enfermedad la que acecha a todo el mundo, en países como Alemania no ha tenido tanto impacto como aquí, en España. Nadie lo sabe…, pero recordar este lugar y la forma de vida de sus moradores hace que me cuestione algunas cosas.

Ahora que las prioridades han cambiado, me doy cuenta de lo realmente importante, de que tengo muchas cosas que no necesito, pero hay otras muy importantes que desearía tener en estos momentos… Una de ellas es un jardín…

Recuerdo que en aquellos días, durante la siesta, aprovechaba para salir sola al jardín con mi cámara y hacer fotos de las flores. Así descubrí numerosos rincones y detalles que se habían incorporado en él a lo largo de los años. La casa pertenecía a la abuela de mi amiga Mirja, y ahora es su madre la que se encarga de mantenerlo. Me impresionó no solo lo cuidado que estaba todo, sino la cantidad de creatividad y buen gusto que había en él. Macetas, objetos, jarrones, troncos, ramas, pierdas, cuerdas, cristales, móviles…. ubicados entre las plantas, que hacían de cada rincón un lugar único, en el que dejar volar la imaginación y soñar con otra vida.

Tenía numerosas fotos guardadas de estos días, y me gustan tanto las plantas y las flores, que me resultaba muy difícil enfrentarme a la difícil tarea de decidir qué fotos publicar, y qué otras dejar condenadas al olvido en la carpeta de mi ordenador.

Muchos de esos objetos decorativos habían sido construidos a mano. Con materiales naturales reciclados. Auténticas obras de arte como esta preciosa casita de pájaros hecha con pequeños troncos de madera y ramas.

O estos palos de madera clavados en la tierra decorados con conchas de caracoles, o las piedras colgadas de cuerdas de la imagen inferior… No hace falta nada más. La sencillez de estas composiciones es lo que las hace tan bonitas y atemporales. No se si llevaban aquí décadas, o solo un par de años, pero sin duda han resistido al paso del tiempo, y siguen gustándome ahora de adulta tanto como en mi niñez…

Lo cierto es que todo me parecía de un ingenio admirable, propio de una persona con una sensibilidad y un gusto exquisitos para hacer este tipo de objetos. Aquí tendemos a preferir que sea otro el que los cree y construya por nosotros. Si es un objeto hecho con paciencia, por uno mismo, tiene mucho más valor que cualquier maravilla que se pueda comprar, al menos para mí. Lo convierte en un objeto decorativo único e irrepetible. ¿Y qué necesitas para ello? A veces solo unas piedras y una cuerda… Admirable. ¡Cuantas cosas que aprender de otras culturas y formas de vida!

Y lo más sorprendente es que la decoración exterior de la casa no se limitaba al jardín. Siguiendo una escalera podías subir a uno de los tejados, en los que también encontré numerosas sorpresas… Sin duda momentos de disfrute que en estos días me ayudan a sobrellevar el encierro. Aunque, para ser sincera, soy de esas personas que se entretienen con cualquier cosa, y a las que les encanta estar en su casa, así que lo estoy llevando bastante bien.

Pero es inevitable reflexionar sobre lo que está pasando, y sobre la calidad de nuestras vidas  y de las casas que habitamos. Creo que en estos momentos es prioritario crear hogares acogedores, prácticos y muy bonitos, pero también ecológicos y cada vez más saludables. ¿A quien no le gustaría tener un jardín?, pero si no lo tienes, pon una planta o decora un pequeño rincón con algunas de ellas, verás como lo cambia todo… No es cuestión de dinero, es más bien tener la intención de crear un hogar, mejor dicho «tu propio hogar», en el que convivir, disfrutar  y descansar, y que sea reflejo de tu personalidad y forma de vida.

Cuantas veces a lo largo de mi vida habré imaginado encontrar un jardín secreto con un rincón como este…, con un columpio de madera lleno de musgo y rodeado de helechos. Por fin aquí lo encontré…

El trabajo y la dedicación que hay detrás de estas imágenes es realmente impresionante. Y lo mejor de todo es que, además de un jardín, tenían un huerto donde cultivan frutas y hortalizas. Tomates, lechugas, calabacines. manzanas… impensable encontrar un jardín como este en Madrid. No hay dinero que pague un lugar así, ni tampoco muchas personas dispuestas a sacrificar tanto tiempo en sus cuidados.

Es cierto que en los países de Europa ubicados más al norte, como Alemania, el tiempo ayuda. Hace menos calor y hay más humedad. Los vegetales no necesitan tanto riego. Aquí usan sistemas de riego por goteo y cubren la zona con piedras para refrescarla y mantener la humedad. También cultivan a varias alturas lo que genera sombras que protegen a las especies más sensibles al sol.

Pero eso no le quita ningún mérito sino más bien lo contrario. Además su cultura del reciclaje es envidiable. La madre y dueña de la casa, no solo se ocupaba del jardín, sino de controlar todo el reciclaje dentro y fuera de ella. En el jardín había un contenedor para los residuos orgánicos que servía de compostaje para el huerto, que es el mejor fertilizante y es natural.

De lo que no cabe duda es de que los alemanes han hecho las cosas bien en esta pandemia, a juzgar por el bajo número de pérdidas humanas que están teniendo, (comparado con España), y de las medidas menos restrictivas que han tenido que implantar, (allí se puede salir a pasear, o montar en bici, siguiendo las medidas de distanciamiento social). Yo viendo estas imágenes, y teniendo amigas alemanas, me atrevo a decir que es su forma de vida la que les diferencia. Su aprecio por los espacios abiertos, por estar en plena naturaleza, por vivir en casas con jardín, o como mínimo, (si es el caso de la ciudad), en un piso con una buena terraza, que permita tener plantas y una pequeña mesa para desayunar o cenar.

Imposible olvidar esa sensación, tumbada en la hamaca entre los manzanos, viendo como el sol se colaba a través de las hojas y me iluminaba la cara intermitentemente mientras me balanceaba. Así sería mi casa soñada, y esa sería mi forma ideal de disfrutar de la primavera. Sigo viéndome ahí, leyendo durante las horas de siesta, cerrando los ojos, sintiendo el calor, escuchando el sonido de los pájaros y saboreando una manzana recién caída del árbol… Es bucólico y parece irreal, pero estos lugares existen, y yo tuve la suerte de comprobarlo.

Estoy segura de que de esta experiencia tan excepcional y complicada también aprenderemos. Yo en estos momentos valoro enormemente tener una pequeña terraza con plantas en la ciudad, abrir la ventana y escuchar a los pájaros al atardecer, y hasta sentir el sol y una ligera brisa en el rostro. Pero mi compromiso para el futuro es tener una vida más sostenible y menos consumista. Y eso empieza por dedicar tiempo a ordenar y decorar mi hogar durante estos días. Y lo más importante de todo, por aprender a valorar lo que uno tiene…, aunque se trate de un lugar modesto y pequeño en la ciudad. Un lugar al que yo llamo «mi hogar»…

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Fotografía Original Crazy Mary

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